miércoles, 7 de noviembre de 2007

CLARA

Clara

El sopor de tus manos en mi mente se hizo grande cuando de vez en cuando se te ocurría mirar al lado negro de la habitación. La vela no dejaba verte a plenitud y tus formas se disipaban en el claroscuro de la esquina donde guardabas celosamente tu silla preferida y desde la cual me invitabas con tus gemidos a lamerte la vida que goteaba poco a poco desde tus labios hasta tus pies. A veces me pregunto si eres real o si tan solo te deseo tanto que te logro ver tan clara, como encima de la luna, como bañada por el rayo implacable de sol que se aloja en tu cuerpo denso, azul, de mirada diáfana y serena, como llevada de la mano por el mismo tiempo, sin inmutarse. Eso me gusta de vos, tu quietud, tu silencio que es fresco y claro, que se derrama en la habitación como la luz de la vela que deja ver tu sombra en la pared, que luce deliciosa, así como tus dedos deslizándose por tus brazos, por tus pechos, por tus muslos, invitándome a acercarme, a acariciar tus rincones, tus secretos. Mientras tanto aún estás gimiendo en la oscuridad clara de la habitación. Desde mi lugar te puedo observar de forma magnífica; mi silla es cómoda y acolchada y tengo cigarrillos a la mano, curiosamente no me molesta mi desnudez y mucho menos la tuya. Aún no he visto tu rostro pero ya lo conozco, ¿lo recuerdas? soñamos juntos y conocimos nuestras formas físicas; ahora quiero verlo, sentirlo, poseerlo como me prometiste que lo haría el día en que nos descubriéramos en este mundo de materia. Jugamos en nuestros sueños a buscarnos y nos juramos encontrarnos y vernos y besarnos hasta que nuestras bocas comenzaran a secarse y hoy lo logramos, ya nos encontramos.

No hay comentarios: