martes, 6 de diciembre de 2011

Megadeth y su don de gente

Recuerdo cuando en San José, alguna vez que pasé por una vitrina y vi la portada del … So far, so good … so what, quedé totalmente deslumbrado por esa imagen borrosa y grotesca de aquel dantesco soldado enmascarado, sosteniendo un fusil de forma cautelosa, justo antes de disparar a algún otro espectro de similar apariencia.

Recuerdo también que cuando escuché el disco, para no entrar en detalles de la música pues no pretendo ser crítico ni ésta una reflexión acerca de tan exquisita pieza de arte, quedé estupefacto de ese sonido, de esa atmósfera. Aún cuando mi adolescencia apenas iniciaba, podía apreciar ya en ese momento, que el confisgao Mustaine era un genio de la música, que esa forma de tocar no era cualquiera el que la desarrollaba y la tenía y que no había en ese momento, por ahí de 1987, otro músico con esas características.

Conseguí posteriormente su discografía, que para le época consistía en el Killing is my business and business is good y el Peace Sells … but who’s buying, estaba a punto de ser lanzado el Rust in Peace del cual tuve la respectiva camiseta, dada la admiración que en mí causó ese disco.

Posteriormente escuché con detenimiento el Countdown to Extintion y en adelante, por circunstancias que no vale la pena mencionar, dejé de escuchar Megadeth hasta que se anunció que tocaría en Costa Rica, en el autódromo la Guácima y que iba a entregar en el escenario el Rust in Peace en vivo.

Este anuncio fue una revelación, un sueño hecho realidad como dicen aquellos que gustan de los clichés y las frases hechas, una oportunidad para tener frente a frente al ídolo, a la figura, al músico, ver cómo diantres hace Mustanine lo que hace, ver cómo es que es la cosa.

Tal y como cuando era un imberbe infante, no me importaba si Mustaine era cristiano, seguidor de buda, si sonaba campanitas a las 9 de la mañana o no comía cerdo o camarón. Lo que me importaba era su música, ese genial acople de liras estridentes y tambores acelerados.

Tampoco me importaba si el mae era egocéntrico, narcisista, megalómano, si era intolerante a la lactosa, o si comía tomate o no. Tampoco me importaba si el mae era buena gente, buen conversador, conocedor de la historia, lector apasionado, mala paga, agresor de mujeres, o si tenía mujeres… lo que me importaba era lo que salía de los parlantes porque Mustaine es y será de los más grandes músicos de metal que hay y habrá en el mundo.

Mustaine es un rock star y actúa como tal. No veo yo por qué sentirse ofendido por un rock star. Si no quiere hablarle a nadie qué importa? Si le gusta más Argentina que Costa Rica, eso qué? Si no quiere firmar una camiseta qué perdemos? Si en el concierto no quiere decir Costa Rica o amigos o gracias eso qué?

La verdad es que Mustaine entre menos hable mejor porque toca más.